Turrones, mazapanes, polvorones... un frenesí de azúcares, miel y almendras con aromas y complementos diversos. Que no te gusta el de Alicante.. pues pásate al de Jijona. Que el de yema no es suficiente... pues está el pan de Cádiz para consolarte. Y si el chocolate te atenaza... trata de huir hacia Toledo para perderte entre mazapanes de algún convento de monjitas.
Un "carrito de los postres" es compatible con platos ligeros y sabrosos de hortalizas bien aderezadas, con los inefables mariscos, con carnes al horno y pescados a la parrilla, con aperitivos del mar y de la huerta. En cambio, los postres dulces van mal con pan, pasta, arroces, embutidos, alcohol, patés o quesos curados.
Y siempre tenemos el gran recurso de la actividad física, tan imprescindible e higiénico como... cepillarse los dientes tras comer. Un paseo de 30 minutos a buen paso pero sin fatiga tras comer equivale a un gasto calórico de casi hora y media en otro momento del día, hecho justificado porque se utiliza la glucosa almacenada en el hígado y en los músculos, dejando así lugar libre para ser ocupado por la nueva glucosa que se absorbe. El reposo contrariamente, favorece su transformación en grasa.
Si además planeamos el conceder unas vacaciones al hígado un par de días entre tanta fiesta... mejor que mejor. La huerta, el mar y el corral nos proporcionan materia excelente para menús que, bien aderezados, nos complacerán sin lugar a dudas.